viernes, 9 de marzo de 2012

Just because I'm losing, doesn't mean I'm lost...


Hoy quiero hablar de pérdidas. De cosas que perdemos (a sabiendas o no). Y más concretamente, de cómo me siento cuando me doy cuenta de que he perdido algo.

Lo primero que se me pasa por la cabeza es preocupación: ¿Lo encontraré? ¿Lo habré perdido para siempre? Después paso a un primer análisis superficial de la pérdida: ¿Se trata de una pérdida irreparable? ¿Es insustituible? Y poco a poco voy profundizando: ¿El hueco es tan grande que ni siquiera me voy a molestar en buscar con qué o con quién llenarlo?

Hace unos días terminé de leer El mundo amarillo, de Albert Espinosa. Entre otras muchas cosas, explica cómo podemos –y debemos –transformar las pérdidas en ganancias. Pues bien, esto es lo que más me cuesta.

Como bien se ha podido dar cuenta, estimado lector, no estoy hablando de perder cosas como la cartera o el móvil. Eso es fácil. Lo denuncias, te hacen toda la documentación de nuevo y, con suerte, te libras de la horrible foto que tuviste que poner en el DNI. Luego llamas a tu compañía de teléfonos y, presionando un poco, te sacas un terminal mejor que el que tenías. Ya tienes las pérdidas convertidas en ganancias.

Cuando nos enfrentamos, en cambio, a la pérdida de un ser querido la cosa se complica. Requiere más tiempo, pero también es posible llevar a cabo esta transformación. Mientras el recuerdo de la persona que se ha marchado siga vivo, y, obviamente ese recuerdo sea positivo,  automaticamente esa pérdida será una ganancia. Hemos de tener muy claro que la muerte es vida dado que la una sin la otra no puede existir y viceversa.

Al hablar de esto, tengo que hacer una brevísima reflexión sobre otro sentimiento que normalmente ligamos a este tipo de pérdidas: la lástima. Personalmente, no me gusta la lástima. Y aplicada a este tema sólo se me ocurre citar a JK Rowling a través de uno de sus grandes personajes: No te den lástima los muertos, si no más bien los vivos, y sobre todo, los que viven sin amor. Qué gran verdad.

Volviendo a mi pérdida. No es fácil contar cómo me siento cuando lo que he perdido es un sentimiento. Una sensación. Una percepción. Hay quien lo llamaría chispa, otros emoción, ilusión, feeling… Yo no lo llamo. Porque ni siquiera encuentro palabras para describirlo. ¿Y cómo denunciarlo entonces? ¿De dónde saco un libro de instrucciones de mí misma? Si yo soy la máxima responsable de mis sentimientos, ¿cómo me pongo una hoja de reclamaciones? ¿Cómo se analiza algo que no sabes lo que es? ¿Se puede llenar ese vacío? Y lo más difícil de todo… ¿Cómo convierto esta pérdida en una ganancia para que deje de pesarme como lo hace?

La única certeza es que he perdido algo, y espero con todas mis fuerzas que eso no significa que yo misma esté perdida.



1 comentario:

  1. Si profundizas seguro que encuentras el libro de instrucciones,y además en el fondo de tu corazón sabes qué te pasa..........ánimo y sigue besosssss

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